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Lo ácido, lo dulce y lo picante —todo junto y con intensidad— están en cada sorbo de la mangonada, una de esas botanas o aperitivos clásicos con los que refrescarse en primavera y verano.

Protagonista de miles de stories y post en redes sociales, la mangonada mexicana conquista por el ojo tanto como por el paladar, siendo extrañamente fotogénica. Esta especie de sorbete picante se consume sobre todo durante la estación cálida y debe su éxito al mango con que se elabora.

Esta fruta tropical, uno de los alimentos mexicanos más saludables, se cultiva en una veintena de estados del país tricolor, con niveles de producción que superan los 2 millones de toneladas. La extraordinaria calidad de variedades locales como el Ataúlfo o el Kent explica la afición que despierta entre sus gentes y la diversidad de usos gastronómicos que recibe: tacos, aguas frescas, tartas o ensaladas, además de la mangonada que nos ocupa.

 

¿Qué es la mangonada mexicana?, ¿cuál es su historia?

¿Mango…?, ¿mangoqué? La palabra mangonada se construye igual que limonada y contiene la voz «mango» (‘manquyutl’, en lengua náhuatl) y el sufijo -ada. Se refiere a un preparado de mango mexicano, saborizado según el gusto de los pueblos mesoamericanos. Es decir, con ese punto de picante que también da chispa y personalidad a otros manjares del recetario azteca.

Esta bebida mexicana típica, posiblemente de origen tijuanense o capitalino, se presenta como una granizada o frapé formulada con distintas capas de mango frío, salsa chamoy y polvo de chiles y limones deshidratados. Esta combinación tan atípica y explosiva da lugar a una de las botanas preferidas entre las comunidades latinas. Recibe otras denominaciones en función de la región, como mangoneada, chamango o chamoyada (esta última, aunque comparte los ingredientes de la mangonada, se sirve más granulada).

Las raíces de la mangonada mexicana no son fáciles de rastrear, pero una cosa es segura: se conectan con el surgimiento de la comida callejera y la cultura del food truck, una relación que sigue siendo evidente en la actualidad.

De igual modo que la fiebre por las mangonadas surgió en la calle, a través de los mismos vendedores ambulantes que popularizaron los burritos, tamales o quesadillas, esta delicia refrescante ha logrado cruzar las aguas del río Bravo y causar furor en Estados Unidos. Por California, Texas y otros territorios fronterizos se ha extendido como la pólvora, donde su éxito —y el impulso viralizador de las RRSS— ha actuado como altavoz internacional. Como resultado, el interés por la receta de la mangonada no para de crecer entre los usuarios españoles y europeos.

 

La elección del mango y del chamoy, esenciales para una mangonada deliciosa

Como es lógico, la receta de la mangonada mexicana se compone de mangos —pero ¡no de cualquier mango!—. Las variedades más usadas y apreciadas son el mango Ataúlfo, el Manila y el Kent. El primero, proveniente de la región chiapaneca de Soconusco, es el preferido por los amantes de la mangonada gracias a la firmeza de su pulpa y su gusto dulce. Al estar disponible durante todo el año, garantiza mangonadas de enero a diciembre.

Por su parte, la salsa chamoy también participa del «cóctel» de sabores que caracteriza a la mangonada. Este condimento es responsable de sus notas ácidas y salinas, que establecen un contraste fascinante con el intenso dulzor de la fruta tropical a la que debe su nombre.

Pero ¿qué sería de la mangonada sin el picante? Desde luego, no sería una mangonada con todas las letras. Y es que el tajín mexicano forma parte de la identidad de esta bebida, a la que completa y enriquece desde un punto de vista sensorial. Este aderezo creado por Horacio Fernández Castillo contiene sal, limón deshidratado y varias clases de chiles en polvo, concretamente el guajillo, el pasilla o negro y el de árbol. En su justa medida, el tajín puede potenciar el sabor de la mangonada.

En definitiva, la mangonada, bebida mexicana cuya fama creciente está siguiendo los pasos del mezcal o la michelada en todo el mundo, es una experiencia para los sentidos: un preparado a la vez dulce, ácido y picante, bien fresquito para combatir los calores del verano y acompañar como se merecen los tacos y otros platillos de la cocina azteca.

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